El sistema capitalista

Gracias Julián[1] por tus preguntas sobre como estamos desahogando y pensando sobre el sistema capitalista y por tus pensamientos acerca de la importancia y necesidad de re-emplazarlo con una sociedad humana, inclusiva, equitativa para mujeres y hombres en todo el mundo.

Soy una mujer crecida en un hogar de clase trabajadora. Mi madre y mi padre nacieron y crecieron en una área rural. Llegaron a la capital cuando eran jóvenes para continuar sus estudios porque en el campo no había opciones.

Yo tenía alrededor de 5 o 6 años cuando tuve mi primera experiencia (que recuerdo) de vivir en una sociedad injusta. Una niña de mi edad tocó la puerta de mi casa en la noche cuando cenábamos en familia. Ella llegó a pedir comida. Estaba descalza, sus ropas estaban sucias y denotaba una delgadez extrema. (Después, con los años, entendí, que esta es la situación de desnutrición de las niñas y niños en mi país.) Yo recuerdo que esta experiencia me impresionó muchísimo. Después de verla, corrí angustiada hacia mi padre y le dije lo que había visto en la puerta de nuestra casa.

Mi padre me respondió: “Sigue comiendo hijita. No te preocupes. Ella es una niña pobre. En este mundo siempre habrán ricos y pobres. Mejor termina tu comida, porque como ya has visto, hay mucha gente en este mundo que no tiene que comer. Dale gracias a Dios que tú, sí tienes comida todos los días y tienes una familia.”

Cada vez que recuerdo las palabras de mi padre y el rostro de aquella niña, puedo llorar profundamente por largo rato. Jamás no he olvidado esta experiencia.

A mis 15 años viajé a los Estados Unidos como regalo de quinceañera que me dio mi padre. Cuando regresé de aquel viaje, comprendí muy claramente que yo vivía en un país pobre, desigual, injusto e inhumano. Entendí también que habían países con muchos recursos y países como el mío, muy pobres. A partir de entonces, me sentí comprometida a conocer y estudiar más sobre estas realidades, la raíz de estas situaciones de desigualdad y tomar el compromiso de cambiarlo. No podía quedarme sin hacer nada. No era posible. La pobreza de mi país, de los niños y las niñas, me dolía en lo más profundo de mi alma y aún me sigue doliendo.

Como mujer católica, me incorporé a la Iglesia Popular de Liberación y decidí unirme a la lucha para cambiar este sistema. Tengo 45 años de estar en esta lucha y 18 años de hacer co-escucha. Co-escucha me ha ayudado a desahogar mi impaciencia, mis decepciones, frustraciones, y los sentimientos de desesperanza que me hacen perder la perspectiva y la certeza de que un mundo sin opresiones es posible. Co-escucha me ha ayudado a entender, que la revolución es un proceso que se construye día a día, con las pequeñas victorias de transformaciones personales y colectivas. Entender también, que cada sesión, cada desahogo, cada decisión de cambiar el mundo, después de la re-evaluación es un acto revolucionario que ayuda a la transformación del mundo.

Anónimo

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[1] Julián Weissglass, Persona de Referencia Comunalidad Internacional para el Cambio Social


Last modified: 2019-05-02 14:41:35+00